Leyendas de la Región Costa

Las leyendas o historias del pasado siempre han traído grandes enseñanzas y que mejor que aprender de ellas, en cuanto a tradiciones culturales. Dentro de la Región Costa de nuestro país Ecuador encontramos: 

La Tacona

Esta leyenda de la ciudad de Esmeralda habla del fantasma de una hermosa joven que transita las calles y seduce a los hombres cuando hay luna llena. Estos mueren de susto cuando se les revela el espantoso rostro de cadáver esquelético de la mujer.
Según la historia, fue una mujer que murió luego de ser violada una noche en un callejón. Su espíritu no sabía que había muerto, por lo que decidió regresar a casa a bañarse y maquillarse para quitarse el sucio y la sangre. Juró frente al espejo nunca más dejarse hacer daño por nadie.
Decidió transitar calles y recorrer bares atrayendo a hombres malintencionados con su vestido rojo y tacones muy altos.
Una vez un hombre apuesto la invitó a la playa, a lo que ella aceptó decidida. Luego él intentó abusar de ella, pero al mirar su rostro se espantó y echó a correr.
La carrera lo llevó sin querer al cementerio, en donde sorpresivamente lee el nombre de aquella mujer. Años más tarde el hombre visita la tumba de la joven llevándole una rosa roja. Arrodillado agradece que aquella noche lo hizo cambiar y ya no utiliza a las mujeres.
El hombre sintió una palmada en el hombro y una voz le dijo: “Eso era lo que quería escuchar”. Al voltear, una mujer de vestido rojo se alejaba.
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Fuente: Ramirez (s/f). Las 7 Leyendas de la Costa Ecuatoriana Más Populares. Lidefer. Recuperado de: https://www.lifeder.com/leyendas-costa-ecuatoriana/


El Tintín

Este es un personaje de la mitología montuvia asociado al Diablo. Es de mediana estatura con orejas grandes y puntiagudas, y usa sombrero de jipijapa. En los pueblos del litoral describen su rostro como espeluznante y malvado.
Según la leyenda busca enamorar a las mujeres embarazadas usando muchas artimañas, para luego dejarlas. Puede hacerles promesas, declararles palabras de amor, cantarles con guitarra en mano o simplemente abusar de ellas.
Se esconde en los callejones peligrosos y en los campos buscando jóvenes bonitas a quienes persigue hasta su casa.
Algunos relatos cuentan que se escabulle por huecos o que atraviesa paredes y se esconde bajo la cama. Una vez embaraza a la chica, escapa y busca a otra.
Era muy típico en la época colonial y posteriormente, cuando las mujeres no solían salir solas a la calle. Si en una casa alguna chica joven salía embarazada, se consideraba una obra de El Tintín.
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Fuente: Ramirez (s/f). Las 7 Leyendas de la Costa Ecuatoriana Más Populares. Lidefer. Recuperado de: https://www.lifeder.com/leyendas-costa-ecuatoriana/

El cerro del muerto

El nombre viene de un conjunto de elevaciones rocosas de la zona de Playas, vía El Morro. Según las historias de los primeros navegantes, estos vieron unos cerros desde el mar que tenían forma de hombre echado con las manos en el pecho.
De ahí se derivaron leyendas sobre lo pesado y extraño que se sentía el lugar. Se creía que estaba encantado porque antiguamente se acostumbraba a sepultar allí a los muertos en vasijas hechas de barro, junto con todas sus ropas.
Se cuenta que las ánimas pasaban a media noche por la iglesia a rezar. También hay relatos de personas de pueblos cercanos que han escuchado una banda musical tocando en horas de la noche.
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Fuente: Ramirez (s/f). Las 7 Leyendas de la Costa Ecuatoriana Más Populares. Lidefer. Recuperado de: https://www.lifeder.com/leyendas-costa-ecuatoriana/


El Chuzalongo

Es una criatura enana de piel pálida, ojos azules o verdes, orejas grandes, nariz achatada y facciones deformes. Algunos relatos dicen que tiene sus pies en sentido contrario, hacia atrás, para que sea confuso seguir el rastro de sus huellas.
Acostumbra a atacar y matar mujeres descuartizándolas, dejando escenas sangrientas. También busca pelear con hombres, pero como un desafío de poder.
El Chuzalongo anda desnudo. Para librarse del él, los hombres deben quitarse una prenda de ropa y arrojarla. Cuando la criatura vaya por la prenda, se podrá huir.
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Fuente: Ramirez (s/f). Las 7 Leyendas de la Costa Ecuatoriana Más Populares. Lidefer. Recuperado de: https://www.lifeder.com/leyendas-costa-ecuatoriana/


El hueso de vaca

Esta leyenda de Manabí tiene origen en la historia de una joven muy bonita y virtuosa que vivía en una casa llamada La Floresta, en la vía de Chone a Canuto.
En una choza fea cercana, con olor a azufre, vivía un señor viejo de muy mal aspecto, de larga barba y vestido de trapos.
El anciano se había enamorado de aquella chica de nombre Dulce María, pero nunca manifestó nada. Un día los padres de la chica fueron al pueblo de compras, dejándola sola en casa. Ella salió a regar y arreglar el jardín de flores.
De repente una vaca negra apareció de la nada y comenzó a perseguirla por todos lados. Ella corrió hacia el interior de la finca hasta que tropezó con unas cañas y cayó muerta cerca de un árbol de matapalo.
Al final del día sus padres consiguieron el cadáver de su hija acompañado de la vaca negra y mucho olor a azufre. También la casa y el jardín despedían dicho olor.
Luego de varios días a la gente le pareció extraño no haber visto más al vecino de la choza. Decidieron entrar a la casa y solo encontraron un hueso de vaca; el anciano no estaba.
En otra versión de la leyenda, el hueso de vaca es encontrado en el matapalo y la casa del anciano estaba vacía.
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Fuente: Ramirez (s/f). Las 7 Leyendas de la Costa Ecuatoriana Más Populares. Lidefer. Recuperado de: https://www.lifeder.com/leyendas-costa-ecuatoriana/

La Tunda

La Tunda es un espíritu con cuerpo de mujer que habita en los montes de Esmeraldas. Según quienes las han visto, es una negra de cuerpo macizo, se cubre la cabeza con un pañuelo colorado y tiene por extremidades una pierna de gente yuna pata de molinillo. Vive en los altos cerros y baja a los esteros a bañarse y a pescar camarón y cangrejo. Sabe cocinar, cantar y rezar. Puede transformarse en lo que quiera, sea hombre, mujer o animal. Así entunda a los negros y negras para llevárselos al monte a vivir con ella. 
Hace muchos años, añísimos, el tío Pascual fue una tarde a bañarse al río. Descansaba en la playa cuando escuchó un canto extraño: «Uy, uy, uy…» Sobresaltado, se puso de pie para regresar al pueblo, pero de pronto percibió un sabroso olor a camarón asado. El tío Pascual había oído que en caso de toparse con la Tunda hay que alejarse gritando «¡Ay carajo!» Sin embargo, el olor era tan irresistible que se internó en el monte. No anduvo mucho cuando llegó a un claro entre la maleza. Allí, de espaldas y acuclillada ante tres piedras a manera de fogón, una mujer preparaba una comida. Mareado por el delicioso olor, el tío Pascual se aproximó y se estremeció cuando la mujer se dio la vuelta. Llevaba un pañuelo colorado en la cabeza. Tenía la nariz abultada, una bemba inmensa y un cuerpo deforme en el que sobresalía una pata de molinillo. El tío Pascual se santiguó, en tanto la Tunda le extendió un humeante plato de camarones. Rendido por el exquisito aroma, empezó a comer con avidez. 
Los camarones estaban tan deliciosos que se deshacían en su paladar. Cada bocado se le hacía mejor que el anterior, al tiempo que parecía que la Tunda iba cambiando de forma. Primero, el tío Pascual notó que la nariz y la bemba eran menos abultadas. Luego, el cuerpo macizo ya no era deforme; por el contrario, poseía una contextura igual de tentadora que la comida. Por último, la pata de molinillo desapareció y el pañuelo rojo envolvía un pelo ensortijado que brillaba como el agua del estero al mediodía. La Tunda era una mujer hermosa, hermosísima. El tío Pascual no quería separarse de ella jamás. Al día siguiente la noticia de la desaparición del tío Pascual movilizó a sus parientes y amigos más cercanos. Sospechando que la Tunda lo había entundado, llamaron a don Hilario, padrino de bodas del tío Pascual y única persona a quien él escucharía, y se internaron en el monte. El grupo llevaba un bombo, unas cuerdas y agua bendita. 
Al llegar a un claro entre la maleza, descubrieron pisadas de gente y un rastro de pata de molinillo, lo que confirmó sus sospechas. Fuera del claro, las huellas se internaban entre la espesura de la maleza, de modo que los amigos se abrían paso machete en mano mientras entonaban María Pastora, piedad María, un canto religioso que la Tunda no soporta. Don Hilario, por su parte, iba gritando a su ahijado: «¡Pascual! ¡Pascual! ¡Aquí está tu padrino!» Pasaron horas andando y cantando en el caluroso monte. Hasta que el crujir de unas hojas secas los alertó. En el acto, quien llevaba el bombo comenzó a tocarlo monótonamente; los demás entonaron el canto de María Pastora con más fuerza y devoción. Cantaron y tocaron. Tocaron y canta- ron. De pronto, la maleza se agitó como si una bestia emprendiera la fuga. Seguramente la Tunda que huía espantada del tambor y el canto religioso. Pero había que evitar que el tío Pascual se fuera tras ella.
Don Hilario se puso a gritar con todas las fuerzas: «Pascual, Pascual, no te vayas allá. Ven pronto acá que la Tunda te va a llevar». Silencio en el monte. La maleza cargada de ramas dejó moverse. Entonces, un matorral se abrió con violencia y dio paso a una figura humana con las ropas desgarradas y el cuerpo embarrado de lodo. Era el tío Pascual que gruñía y sacaba los dientes como una fiera acosada. Don Hilario y los demás forcejearon, lo agarraron fuertemente y lo ataron con las cuerdas.―Ya lo tenemos ―dijo don Hilario―.Échenle agua bendita. Al contacto con el agua, el entundado se estremeció de pies a cabeza, vomitó algo negro y viscoso y cayó desmayado. El tío Pascual no despertó sino hasta el próximo día. Pero permaneció amarrado en su casa por casi tres meses, hasta que de a poco se fue desentundando y recuperó la cordura. 
Como recuerdo de la historia del tío Pascual, la gente de Esmeraldas suele cantar los siguientes versos: 
La Tunda era de carne y hueso
Mas no le gustaba cocinar
Por eso escapó al monte 
Para vivir sin trabajar. 
De ahí se convirtió en Tunda 
Que anda buscando enamorar 
A sus hermanos y hermanas de tierra
 Su espíritu sale a entundar.


Fuente: Conde M. (2012). Veinte leyendas ecuatorianas y un fantasma. SlideShare. Recuperado de: https://es.slideshare.net/Maritoconde/veinte-leyendas-ecuatorianas-y-un-fantasma
Fuente: Ortiz Castellanos (2015). La tunda. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=zH-WeLsqDUY


El naranjo de Chocotete

En tiempos de antaño, en Manabí, las mujeres solían ir a lavar la ropa en los manantiales del Chocotete, volcán apagado hace miles de años y que en la actualidad forma parte del balneario de Joá, famoso por sus aguas azufradas de poder curativo. Con la ropa a lomo de mula, las lavanderas subían al pie de una ladera donde manaban unas aguas verde oscuras. El paraje era extraño, por el color de los manantiales y por un solitario árbol de naranjo que cargaba todo el año unos fragantes frutos amarillos. A más de esta increíble abundancia, contaban las lavanderas que el árbol guardaba con recelo sus frutos. 
Consentía que las personas tomaran las naranjas, las más dulces que jamás nadie haya probado, sólo para comerlas allí. Pero jamás permitía que se las llevaran a otro lugar. Lo llamaban por esto el Naranjo Encantado. ¿Por qué el árbol se comportaba de esta manera? Nadie lo sabía. Lo cierto es que en una ocasión, un joven desoyó los cuentos de las lavanderas y subió al Chocotete con una mula para llevarse una carga de naranjas. El joven llegó hasta el árbol colmado de frutos maduros a eso del mediodía. Tomó dos y, en efecto, comprobó que eran los más dulces y suculentos que jamás había probado. Enseguida, cosechó lo que pudo en un costal, lo cargó en la mula y la arreó para que empezara el descenso.
Mientras avanzaba detrás de la bestia, en la mente del joven había una sola idea: regresar el próximo día. Sin embargo, se dio cuenta de que debido a su distracción había extraviado el camino. Perdido en un inmenso paraje, totalmente diferente del que había ascendido, el joven se vio de pronto rodeado de grandes matas de cerezos, ovos y cactus. Preocupado, trató de hallar el camino a los manantiales, pero mientras más andaba, más se internaba en una vegetación virgen y exuberante. Hombre y mula pasaron el resto de la tarde dando vueltas sobre sus propias huellas.
Al anochecer, muerto de cansancio, el joven descargó la bestia e hizo un alto entre la oscuridad y la intemperie. Al próximo día, el joven despertó adolorido y picado por hormigas y zancudos. Cargó el costal de naranjas y arreó a la bestia, que de nuevo se echó a andar en círculos, esquivando dificultosamente la vegetación. En este punto, el joven comprendió que a ese paso iba a perecer de hambre o de cansancio. Ya no le importaban las naranjas, sino salir de aquel lugar. 
Descargó la mula para dejarla andar a su antojo, a ver si con su instinto hallaba el camino de regreso. Entonces, una vez que las naranjas rodaron por la tierra, la exuberante vegetación desapareció como por arte de magia y el paisaje volvió a ser el mismo: una ladera con manantiales de agua verde oscura. Loco de contento, el joven corrió hacia donde se oían las voces de las lavanderas. Una vez allí, no esperó para referirles lo sucedido. Mientras lo escuchaban, las mujeres miraban a lo lejos, al solitario y receloso habitante de la ladera. Con el pasar de los años, la vegetación del Chocotete se fue perdiendo hasta convertirse en el risco que es hoy. Con ésta se marchó también el Naranjo Encantado. Hasta la fecha nadie lo ha vuelto a ver.
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Fuente: Conde M. (2012). Veinte leyendas ecuatorianas y un fantasma. SlideShare. Recuperado de: https://es.slideshare.net/Maritoconde/veinte-leyendas-ecuatorianas-y-un-fantasma


Espuma de mar

En tiempos precolombinos, no hubo en territorio ecuatoriano pueblo más guerrero que el huancavilca, que se asentó en las orillas del río Guayas. Pero a más de su renombre para la guerra, fueron también famosos por una misteriosa vidente que habitó entre ellos. Se llamaba Posorja, que significaba “espuma de mar”. La vidente llegó un día a las costas de la península de Santa Elena, embarcada en una pequeña nave de madera. Era solamente una criatura y venía envuelta en unas finas mantas estampadas con jeroglíficos; además, llevaba en el pecho un colgante adornado con un caracolillo de oro.
Poseía una apariencia sobrenatural. Sus cabellos eran largos y dorados como las hebras de la mazorca tierna del maíz. Sus dientecillos parecían perlas. El color de su piel imitaba el de las nubes. Tras ser recogida por los huancavilcas, se presentaron ante ella los más poderosos adivinos y hechiceros para examinarla y explicar su origen. Sin embargo, nadie ofreció una respuesta cierta y aventuraron que era una hija del mar, enviada a ellos como deidad protectora. Espuma de Mar creció hasta hacerse mujer. Vagaba libremente por llanos y lomas, entraba en pueblos y en cabañas, jugaba con los niños y con los pájaros. Pero había épocas en que no salía de su cabaña. Sumida en profunda meditación, tomaba entre sus dedos el caracolillo de oro y, acercándolo al oído, parecía escuchar una voz que le hablaba desde el fondo marino. Y en trance vaticinaba guerras, pronosticaba victorias y anunciaba sequías tras cosechas abundantes. 
Rodeados en torno a ella, los huancavilcas la escuchaban con devoción pues sabían que sus palabras se cumplirían, como la noche se cumple tras el día. Los vaticinios de Posorja atrajeron hasta su aldea al Inca Huayna Cápac, Señor de Ánimo Esforzado que conquistó el Reino de Quito. Años después, convocaron también a su hijo Atahualpa. La vidente vaticinó la muerte de Huayna Cápac en Tomebamba, y la guerra fratricida entre Atahualpa y Huáscar. Al príncipe quiteño le pronosticó su triunfo sobre Huáscar y el breve tiempo que duraría su victoria. Presagió también la llegada de unos hombres blancos y vestidos de metal que lo matarían luego de tomarlo prisionero en Cajamarca. Tras pronunciar este augurio, Posorja anunció que su misión en la tierra había concluido. Corrió al mar y se adentró hasta que las aguas mojaron sus doradas hebras de maíz tierno. Desprendió de su cuello el caracolillo de oro y lo sopló con dulzura.La espuma del mar la devolvió a su hogar.
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Fuente: Conde M. (2012). Veinte leyendas ecuatorianas y un fantasma. SlideShare. Recuperado de: https://es.slideshare.net/Maritoconde/veinte-leyendas-ecuatorianas-y-un-fantasma


El hada del cerro Santa Ana 

En Guayaquil se levanta un cerro en cuya cima existe un faro que se puede divisar desde cualquier parte de la ciudad. Denominado antiguamente Cerrito Verde, en la actualidad se lo conoce como Santa Ana, debido a una increíble historia que dio origen a tal nombre. Hace mucho tiempo, antes de la llegada de los españoles e incluso antes del asentamiento de los huancavilcas en la cuenca del río Guayas, residió allí un despiadado cacique que poseía un palacio construido de oro, plata y mármol. Pese a los fabulosos tesoros, la ambición del cacique era insaciable, de modo que lanzaba su ejército contra pueblos vecinos y saqueaba sus riquezas. 
Hasta que un día la hija del cacique, una joven de incomparable belleza, enfermó gravemente. Desesperado, el cacique mandó llamar al chamán más poderoso de la región y le ofreció hacerlo rico si la curaba. ―Si realmente deseas salvarla, restituye a sus legítimos dueños todo lo que has robado ―sentenció el chamán―. ¡Elige entre la salud de tu hija y tu avaricia! ―Antes que perder mi fortuna prefiero que muera mi hija ―el cacique se apoderó de un hacha de oro y se lanzó contra el chamán―. Pero tú, brujo maldito, la acompañarás al otro mundo. La arremetida resultó inútil. En un instante, el chamán se deshizo en humo, en tanto su voz retumbó entre los radiantes muros del palacio: ―Te condeno a vivir con tu hija y tus tesoros en las entrañas del cerro ―sentenció―. Hasta que tu hija, que aparecerá cada cien años, encuentre un hombre que la escoja por sobre la fortuna.
Al eco de la maldición, el cielo se volvió negro, el cerro se levantó como un gigantesco monstruo y sepultó en sus entrañas el majestuoso palacio. Tras siglos de encierro y oscuridad, en la época de la fundación de Guayaquil, un teniente español, Nino de Lecumberri, escaló hasta la cima del cerro. Encontró allí una bellísima joven que llevaba un vestido de arcoíris y una varita de plata como si fuese un hada. Como por arte de magia, la joven trasladó al teniente a una cámara al interior del cerro y le mostró un palacio cubierto de oro y plata. Allí le preguntó si deseaba ser dueño de esos tesoros o prefería convertirse en su esposo. Si la elegía, ella sería fiel y cariñosa para siempre, incluso después de la vida. ―Gracias, cara bonita ―dijo el español―, pero ahora me urgen más los tesoros. La joven encantada gimió; la cámara se pobló de gritos y lamentos. 
Al instante, apareció la figura furiosa del cacique, maldijo la ambición del español y pretendió aprisionarlo para que padeciera también la condena de vivir sin estar vivo. Presa del pánico, el teniente Lecumberri se postró de rodillas y clamó auxilio a Santa Ana, patrona de su localidad natal. De inmediato, de forma milagrosa, sintió que flotaba y de pronto se halló en el exterior del cerro. Agradecido por la salvación, el español mandó levantar allí una cruz con la leyenda «Santa Ana», nombre con el que desde entonces se conoce a este sitio de Guayaquil.
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Fuente: Conde M. (2012). Veinte leyendas ecuatorianas y un fantasma. SlideShare. Recuperado de: https://es.slideshare.net/Maritoconde/veinte-leyendas-ecuatorianas-y-un-fantasma


La gallina de oro 

En recintos de la Costa ecuatoriana, especialmente en los asentados cerca de ríos o esteros, aparece al amanecer una gallina de oro. Quienes la han visto hablan de ella con temor y respeto, pues dicen que surge de pronto a las orillas del río, dorada y resplandeciente como una luna llena, seguida de una docena de pollitos que brillan entre las primeras luces del día. En cierta ocasión, un grupo de moradores de un pueblito se reunió para tratar de atrapar a la fabulosa ave. 
¡El que menos se imaginaba que con la fortuna se compraba una finca para salir de pobre! ¡El que más se veía con los bolsillos llenos de plata como para darse una vida de millonario! El plan era sencillo. Dos hombres se escondieron a un lado del estero donde se había visto aparecer a la gallina y a sus polluelos. Cinco se apostaron en línea recta en un camino que iba del estero a una choza abandonada de caña guadúa, la que serviría de corral. Dos se ubicaron al interior de la choza para cerrar la trampa sobre las ansiadas presas. A eso de las cinco de la mañana, cada quien aguardaba en su puesto acalambrado por la expectativa y la falta de movimiento. Entonces se escuchó el cacareo de la gallina y el piar de sus crías. 
Los hombres escondidos veían con incredulidad. Un brillo dorado se destacaba entre la oscura orilla del estero. Allí, a pocos pasos, la fortuna tenía forma de alas, picos y patas de oro. Alguien dio la señal y empezó la cacería. Las acciones se desarrollaron según lo planeado. Espantadas, las fabulosas aves se echaron a correr por el camino, tratando de desviarse hacia la maleza, pero siempre aparecía alguien que las obligaba a avanzar a la choza abandonada. Allí entraron a toda velocidad, seguidas por siete hombres mientras los del interior cerraron la trampa. Sin embargo, los pollitos se escabulleron por las rendijas de las viejas guadúas; no así la gallina que al verse acorralada comenzó a cacarear de forma ensordecedora. 
Entre el ruido y la confusión dorada, no faltó algún precavido que había traído una sábana vieja. La arrojó como si fuera una red y la gallina de oro quedó atrapada. En los rostros de los hombres brilló la fortuna. ¡Sus días de pobres habían terminado! ¡Tendrían plata hasta para reírse! ―Yo levanto la sábana y ustedes la toman por las patas ―dijo el dueño de la  sábana.
Pero nadie se movió cuando levantó la prenda, lo que aprovechó el ave para escapar por entre las piernas de sus captores. Otra vez los hombres vieron con incredulidad. La fortuna acababa de escurrírseles de las manos, igual que el agua del estero. ―¡Cómo se te ocurre levantar la sábana! ―protestó airado el jefe del grupo, y al instante se percató de algo extraño. Las palabras salían de su boca, pero nadie podía oírlas. Los demás lo veían gesticular y mover los labios con desesperación, pero no escuchaban palabra alguna pues en sus oídos seguían resonando los bulliciosos cacareos, que no cesaron sino después de una semana. ¡Quien quiera fortuna, que se aventure una madrugada a capturar a la gallina de oro! Eso sí, que se prepare a pasar unos días con los oídos llenos de cacareos.
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Fuente: Conde M. (2012). Veinte leyendas ecuatorianas y un fantasma. SlideShare. Recuperado de: https://es.slideshare.net/Maritoconde/veinte-leyendas-ecuatorianas-y-un-fantasma

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